29 de mayo de 2010

25 (Para Elena)

A lomos de peces que son seres del aire (los que habitan esa tarde algunas nubes)
se confirma el sueño, con su llegada lenta y ordenada,
con sus colas encendidas a lo largo del colchón.

Me acerco al precipicio para verlos pasar.

¡Atención, rémoras!, caen sin sobresaltos al vacío,
lentamente, mecánicamente.
Pero no se suicidan, no. Solo buscan otros planos más amables
y se lanzan sin dudarlo por el talud blanco,
sobre el vacío abierto que termina en el mar.